Thursday, May 20, 2004

"Carta A Manera De Prólogo"

Querido Fernando:

Leí tus poemas y algunos me mordieron como perros. A otros los seguí por la ciudad durante días, dócilmente, dejándome hostigar por ese diálogo continuo, estudiantil, entre cosas tan dispares como la emocionada necesidad de trascendencia y los asedios de la muerte, la humillación que trae el tiempo y las derrotas racionales.

No estoy dramatizando, pero a veces creo que, por la vida que corremos, cada vez me cuesta más sufrir con la lectura, temblar buscando una palabra. Pero al mismo tiempo voy más seguro de que uno es la palabra, que si ella no aparece sobre el mundo dibujando al pensamiento, es sencillamente que uno ha dejado de existir o está dejando.

Todo esto que aparece entre tus palabras me aproximó a una existencia de estos años, de tus años. Una intimidad acorazada, con cautelosas rendijas hacia un mundo por instantes despeñado, que se deja entrever y permite siempre una absurda oportunidad al arañazo.

Te confieso que es inevitable no dolerse una vez más del desguace propio, tan plural. Eso de ver cómo el fulgor de las naranjas de julio, los tibios vientos o la verde caricia en la ventana, se van, como lo dices, desdibujándose en cada esquina y convirtiéndose poco a poco en lo que nunca llega.

Sin embargo te diré que me inquieta (y de inquietud caen los muros) comprender el cuerpo sensualista que nunca acaba, como si se tratase de un recipiente de esperas, de latencias con regustos a futuro de mundo. Y mundo somos, más o menos, toscos, todos. Pienso en ese imperfecto vértice de la historia, donde estamos cavando acaso un agujero insospechado.

Me emocionó intuir ese coraje mínimo para ver el mar como un penúltimo refugio, el poema como un llanto calmo de suburbio, de gente donadie que anda inventándole alas a las ideas. Y me emocionó de verdad porque no creo en la poesía que se suicida buscando una puerta inencontrable. Más bien quiero creer en el pretil de Líber Falco o en Roque Dalton cuando en La Habana se disfrazó de Superman y se paró sobre una mesa. O en ese atrevido viejo de Bukowski que cree que la poesía es siempre lo más fácil de hacer, "porque se puede escribir cuando uno está completamente borracho o completamente feliz o completamente desgraciado", o en la poesía concebida como la "deserción de los animales del circo" que decía el abuelo William Butler Yeats.

En eso creo (en locuras de revolución) y en eso incluyo, en mi humilde ojo, a tu valor para asistir al derrumbe de un Guerrero Del Lugar De Los Muertos, que puede leerse ya bastante cerca del final.

Del final que bien nacido está...